Me encuentro en un centro comercial cualquiera de una ciudad
cualquiera, sección productos del hogar, limpieza o vaya usted a saber, rodeado
de objetos de múltiples coloridos suplicándome que los lleve a casa y sugiriéndome
que junto a ellos mi vida va a ser mucho mejor. No me siento demasiado a gusto
en este lugar, no me van las compras, de hecho, de alguna forma me provocan un
cierto aspecto de ansiedad o de desasosiego, no sé si es porque no me
entusiasma la idea del consumismo o simplemente porque no me produce
satisfacción, quiero decir que si lo hago es por necesidad, bueno, cada quien
somos de una manera y al que le guste ir de compras que disfrute “con su mismo”
gusto.
Necesito suavizante, y llegado a este punto de las estanterías,
sección productos del hogar o limpieza me pregunto para que, y busco en google
suavizante: “Liquido que hace que la ropa quede suave (eso me quedaba claro por
el nombre), esponjosa y huela bien”. Vale, pues va a ser que sí, no creo que a
nadie le guste que su ropa “rasque” o huela mal.
El caso es que están las estanterías abarrotadas de
suavizantes, multitud de marcas, tamaños, precios, y esto hace que aumente una
rayita mi nivel de ansiedad, ¡joder! Tengo que elegir un suavizante, tampoco debería
ser una decisión demasiado importante ni trascendental… Lo mismo os estáis
pensando que nunca antes compre un suavizante, no es el caso, pero la paja
mental de hoy tocó con el suavizante en esta ruleta de la fortuna de la mente…
Volviendo al tema de la “hiperpoblación” de suavizantes, no quiero llevarme el
de otras veces, quiero probar otros diferentes, no quiero coger el más barato
que seguro que es una mierda, siempre me ha dicho mi madre: ¡lo barato sale
caro!, no quiero coger el más caro que seguro que me estafan y estoy pagando
líquido perfumado a precio de petróleo.
Marcas conocidas, marcas blancas… los mismos perros con
distinto collar, me sorprende su colorido, sus dibujos, sus imágenes y sus
reclamos, creo que detrás de ellos hay un esfuerzo mayor de marketing que de la
elaboración del mismo, todo sea por vender… me resulta curioso que sea
suavizante y ninguno de ellos haga alusión a lo mucho que suaviza, sus señuelos
hablan de perfume, de frescor, entonces ¿Qué estoy comprando? ¿Suavizante o
desodorante de la ropa? Pienso que si tanta prioridad le dan al olor, deberían
de poner unos pequeños muestrarios de olores como hacen con los perfumes, así
sería mucho más fácil decantarte por uno o por otro, porque tiene miga lo de
los olores de los suavizantes.
Luego existe otro tipo, suavizante concentrado, que es un
bote más pequeño y que vale más caro, y al final el que se queda concentrado
eres tú mirando el papelito del precio en la estantería.
Los olores…Aquí ya es donde se les va la mano a los
publicistas, han cruzado esa delgada línea entre lo terrenal y lo intangible o
eso o se les ha ido la mano con las drogas, y leo, “Cielo azul”, pues hombre,
no sé a qué olerá el cielo azul, dependerá también del cielo en que lo cojan
porque como lo cojan del de Madrid lo mismo nos huele la ropa a tubo de escape,
“Agua marina”, parecido al anterior, dependiendo de la zona geográfica y de la
contaminación de la misma, puedes oler a sal como a centollo, “Mañanas dulces”…
¿a qué coño huelen las mañanas dulces?, esto es demasiado relativo, a algunos
las mañanas dulces les olerá a la persona con la que quieren despertarse a su
lado, para otros las mañanas dulces les olerá a café y croissants recién hechos,
imagínate ir por ahí oliendo a cruasanes recién hechos, te pueden perseguir los
perros y los diabéticos… Sigo… “Oro” mi economía actual no me permite conocer
el olor del oro, “Despertando sueños”, ¿Qué tipo de sueño? ¿Dulce? ¿Erótico?
¿Divertido?, anda que como te compres el despertando sueños y te toque
pesadilla… Imagínate devolviéndolo en el súper, con tu ticket de compra y todo;
no es que no lo quiero, compré despertando sueños y me tocó pesadilla… “Momentos
felices”, este es como el de “Mañanas dulces” porque para cada quien los
momentos felices serán diferentes, me imagino por ejemplo al que su felicidad
resida en montar a caballo, pues nada, a gusto del consumidor, olor a caballo
en su ropa, este es acojonante, “Aprendiendo a querer”, ya puedes haber tenido
la peor discusión con tu pareja, o estar mal avenidos o apunto del colapso,
nada de dialogo, nada de sentarse a hablar, no hace falta restaurar su
confianza ni pedir perdones, nada de terapias de pareja, o hacer cosas en común,
te vas a un centro comercial cualquiera de una ciudad cualquiera, sección
productos del hogar, limpieza o vaya usted a saber, se compra “Aprendiendo a
querer” y todo solucionado, su vida marchará suave e izante!!!
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