Definitivamente
hay veces que me siento tonto…. O acaso lo soy…. Tengo el monte a tiro de
piedra de casa, tan a tiro de piedra está que no necesito ni usar el coche para
acceder a él, caminando me presento en un “plis plas”, un lujo más a mi alcance,
y gratuito hasta que se demuestre lo contrario. El caso es que no le estoy
prestando ninguna atención, le tengo en desuso, olvidado.
No es
que sea un monte de enormes proporciones, más bien es lo contrario, es un monte
mp3, comprimido y reducido, mejor… así no me pierdo, aun así viene equipado con
todo los detalles propios de un monte.
Tampoco
es que no haya hecho uso de él nunca, decir eso sería mentir, pero eran otros
menesteres, recuerdo que de muy pequeños nos subía al monte algún padre y allí
echábamos la mañana, construíamos casetas con tamuja (la hoja del pino),
corríamos entre los árboles y volvíamos a casa con las manos pegajosas de la
resina de los pinos, sí, disfrutábamos de ello, pero nos hubiese dado
exactamente igual si en vez de al monte nos hubiesen llevado… yo que se…. A un
parque o a una pradera, a esa edad salir de casa ya era toda una aventura.
También
en la adolescencia tuve mis “momentos monte”, recorrer sus caminos en moto era
una pasada, más bien por la moto claro… lo de “andar y monte” parecían palabras
reservadas para personas mayores que acudían a diario a su cita con “la ruta
del colesterol” y que se masificaba en los atardeceres de verano como la M-30
en fin de semana. Ahora soy consciente de que andar y monte forman parte de la
sabiduría viejuna (esta frase me ha quedado un poco “memorias del abuelo
cebolleta….”)
Lo
nuestro en aquella época eran más bien paseos nocturnos, lo del día era cosa de
viejos sin embargo la noche ofrecía más posibilidades, el frescor nocturno,
tumbarte a ver las estrellas, algún que otro botellón, o flirteo, es más fácil
ligar a oscuras para que no te vean la cara de gilipollas que pones tonteando
en plena de edad del pavo.
También
fui al monte de una manera productiva (no ociosa), cuando hubo que cortar leña,
todo legal, nada de cortas ilegales o furtivas, además de beneficioso para la
limpieza del mismo. Mi monte también te ofrece oportunidades gastronómicas como
la recogida del nícalo en temporada de setas, cosa que a mí no me emociona
demasiado porque mi daltonismo convierte la recolección de setas en deporte de
riesgo.
El
domingo por la mañana me eché al monte, hice una reserva por dos horas de
entrada y salida para el mismo domingo, nada de carreteras, solo camino o monte
a través… escuchando los sonidos del monte: pájaros, viento, crujir de ramas, el balanceo de los árboles, huida de algún pequeño mamífero… Respirando los aromas
del monte: arena, pino, romero, tomillo o las especies que sean (no soy
plantólogo), en definitiva disfrutando y redescubriendo, y desintoxicándome del
asfalto. Pude comprobar que solo el ser humano es capaz de sabotear una
obra de arte.