No
pisaba territorio Portugués desde aproximadamente el año 97, aquel
desafortunado encuentro y una breve visita a la ciudad de Braga hizo que me
creara en mi cabeza una opinión no demasiado buena del país vecino, pero el
destino puso en mi billetera 2 noches de hotel en Lisboa y una inscripción a la
Rock and roll media maratón de dicha ciudad y sin demasiadas ilusiones ni
esperanzas me encaminé a su encuentro.
Llegamos
el viernes por la tarde, dejamos nuestros petates en el hotel y nos dirigimos
al Parque de las Naciones con la intención de recoger el dorsal para la carrera
del domingo y así quitarnos una obligación del medio, esto nos permitió conocer
un lugar moderno creado para la expo del 98, con varios pabellones de curiosa
arquitectura, imagino que en alguno de ellos metería la mano el señor Calatrava
y le comenté a mi compañero de viaje que el sitio me recordaba a la ciudad de
las artes de Valencia, y paseamos conociendo el espacio, todo muy limpio y bien
acondicionado, con paseos enormes invitándote a caminar o a la práctica del
running, ya en la orilla nos topamos y nos quedamos embobados con la
desembocadura del Tajo que nuestra ignorancia y su enormidad nos llevó a pensar
que se trataba del mar, y si el Tajo nos dejó embobados, pasmados nos quedamos
al ver el Puente Vasco de Gama y sus 17 “kilometrazos” de largo (el puente
más largo de Europa), no nos alcanzaba la vista buscando su final… y quisimos
ver todo desde arriba, como los pájaros… casi a los pies de otro edificio
emblemático, la Torre Vasco de Gama, sale un teleférico que te muestra lo que
la tierra te arrebata, y ya en el cielo, las increíbles vistas hicieron que nos
olvidásemos del atraco a mano armada del precio de los tickets.
Una vez
abajo quisimos empaparnos del sabor luso, las terrazas salpicadas por el Parque
nos estaban llamando a gritos y el tiempo acompañaba, y probamos las cervezas
de la tierra por excelencia: Sagres y Super Bock, las dos me parecieron grandes
cervezas comerciales, notable alto o sobresaliente.
Para
rematar la faena y antes de retirarnos a nuestros aposentos, con casi 700 km a
las espaldas, y toda la tarde de pateo, decidimos cenar en una típica
cervecería portuguesa; Portugalia, nada especial, pero buena comida a precios
adecuados, nos sorprendió que todavía se pueda fumar en los restaurantes… con
el buche lleno, estos pájaros se van al nido.
Si la
ciudad que estas descubriendo, desde el principio mejora tus expectativas, es
más fácil que siga creciendo tu curiosidad, y así se hace más fácil madrugar…
Así bien pronto empezamos el sábado en la Plaza del Marqués de Pombal y nos
bajamos los casi 2 km de la Avenida da Liberdade (la Castellana de Lisboa)
paseando y admirando su entorno, deambular entre árboles, esculturas y un suelo
totalmente alfombrado con mosaico, de fondo, en la orilla la ostentación de los
pudientes; Armani, Gucci, D&G. Damos con la Plaza de Restauradores, un poco
más abajo el elevador de Santa Justa que era donde nos dirigíamos, pero un
error de orientación nos condujo a un tranvía del pleistoceno que subía hasta
un mirador y ya puestos en gastos no quisimos hacerle ascos, y como sardinas
pero sin aceite subimos arriba y conocimos la zona de la Iglesia de San Roque
pero no teníamos el cuerpo muy católico….
Zapatillas
y visita al Rossio (no confundir con el Rocío), otro tranvía (este más moderno)
nos acorta el camino al Castillo de San Jorge pero la subida la hacemos a pie y
en parte castiga, arriba decidimos comer y esta vez no tenemos tanta suerte,
los restaurantes de alrededor del castillo son pocos y malos, y el que
escogemos nosotros pésimo, como curiosidad y por lo general cuando te sientas
en un restaurante portugués te ponen siempre algo para picar (aceitunas,
croquetas, etc..), y de eso se trata, de que piques… no es el típico aperitivo
cortesía de la casa, si te lo comes aparecerá por arte de magia en tu cuenta
final, nosotros ya íbamos prevenidos de esto y gracias a ello comprobamos que
es cierto y rechazamos sutilmente sus tramposas ofrendas, ¿habrán importado la
picaresca?.
Al
menos la visita al Castillo o lo que queda de él nos encantó, lleva tiempo, y
puedes recorrer el recinto por todo su perímetro, por sus jardines, por sus
patios, subir a las torres y hallar las mejores vistas de toda Lisboa a tus
pies y después bajar por sus callejuelas y rincones variopintos.
Ya en
el centro otra vez entre la masa del enjambre de turistas se nos acercan los
“comerciantes comediantes”, primero nos ofrecen gafas, después marihuana,
hachís… (Lo importante es vender), y son incluso un poco plastas, habrá que
agarrarse las carteras….
Las
piernas nos están pidiendo tregua, llevan todo el día trabajando a pleno
rendimiento y se han ganado merecidamente un descanso, se nos quedan demasiadas
cosas en el tintero (Belem, Jerónimos, etc., etc.) pero los días dan hasta
donde dan, sin duda habrá que volver a Lisboa a recuperar las asignaturas
pendientes, porque esta vez esta ciudad mezcla de cochambre y modernismo, se
merece una oportunidad, me ha ganado la batalla y me ha mostrado sus encantos
porque los tiene y espero alguna vez poder seguir descubriéndolos.
Nos
vemos Lisboa!!!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario