El
virus de la obsolescencia programada ha infectado el reproductor de cd de mi
coche con resultado de muerte súbita…. Un coche sin música es como un bar sin
alcohol, extraño, aburrido, al que no apetece demasiado ir… Hago malabares con
mis partidas presupuestarias para ver cómo puedo hacerme con uno nuevo, no
todos tenemos “tarjetas opacas”…. Y hay épocas que por unas cosas o por otras
te ves más achuchado… Otra opción es esperar a reyes que no queda demasiado,
con la esperanza de que sus majestades comprendan mi necesidad y tengan en
gracia concederme mi presente sonoro…. En estos reyes creen hasta los
republicanos….
La cosa
es que para no aburrirme demasiado he subido al desván en busca del baúl de la
Piquer a exhumar mis viejas cintas de casete, y me he encontrado con mi yo de
20 años, de cuando compraba cintas originales porque eran asequibles, como casi
todo lo que se intercambiaba por pesetas, y de aquella nadie violentaba a la
cultura cascándole un 21% de iva… Y podía comprarme cintas prácticamente todos
los meses, y la porción llegaba a todas las partes de ese negocio que dicen que
ahora no llega… Hablo de cuando había tiendas de música, de cuando parabas a
echar gasolina y pillabas una cinta nueva para el coche, o cuando te llegaba el
catálogo de Tipo y te juntabas entre varios amigos para hacer un pedido.
Evidentemente
también compraba cintas vírgenes pero entonces nadie era un pirata, y grababa
canciones de la radio, de cinta a cinta, o haciendo el “chorra” con los amigos,
pero esto no hundía artistas, ni discográficas, ni tiendas ni nada que se le
parezca… y compraba mis casetes de 46, de 60 o de 90 que eran los “megas” de
anteayer.
Oigo
mis cintas en el casete del coche, el mismo al que le quebró la obsolescencia,
que gratamente viene dotado de “ranura traga cintas” y la verdad… no me parece
que suenen tan mal, incluso tienen su punto, no llega a ser el fantástico
chisporroteo de la aguja navegando por los surcos de los discos de vinilo pero
también tiene su encanto.
Incluso
ahora me doy cuenta de todas las posibilidades y trucos que ofrecían las cintas,
el más conocido por todos es el “rebobinado manual”; metías un boli bic en una
de las ruedas dentadas y a darle vueltas, luego también las originales las
podías convertir en vírgenes y al contrario, el truco estaba en las pestañas
plásticas que se encontraban en el canto inferior, para grabar tenían que tener
pestaña y las originales venían sin ella, bastaba con poner un trozo de celo o
cinta aislante (yo lo he llegado a hacer hasta con las pegatinas que venían en
los chicles, pero eso ya es otra historia) y se convertía en grabable, si por
el contrario tenías una cinta virgen y la querías conservar para el resto de
tus días la rompías las pestañas y ya no se podría grabar encima de ella, al menos
por un descuido.
En una
cinta deteriorada no salía en el display el maldito mensaje de error como
sucede con los cd, una cinta mal o bien siempre se dejaba escuchar, aunque
estuviese rallada, la canción se alargaba un minuto más y en la voz del cantante
se producían gallos, pero la escuchabas… y si apretabas el “pause” con mucha
delicadeza oías a Alvin y las ardillas cantando y te echabas unas risas.
Existían
auténticos artistas que pintaban y decoraban sus cintas y sus portadas como si
fuesen obras de arte, en la mayoría de los casos nos conformábamos con escribir
de forma legible el título de las canciones y el nombre del grupo… pero todo
acabó para la cinta y la evolución de las especies la llevo a convertirse en cd
y la mandó de un puntapié a el bulevar de los sueños rotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario