Observadores Onanistas

viernes, 24 de octubre de 2014

Vuelta a la cinta.



El virus de la obsolescencia programada ha infectado el reproductor de cd de mi coche con resultado de muerte súbita…. Un coche sin música es como un bar sin alcohol, extraño, aburrido, al que no apetece demasiado ir… Hago malabares con mis partidas presupuestarias para ver cómo puedo hacerme con uno nuevo, no todos tenemos “tarjetas opacas”…. Y hay épocas que por unas cosas o por otras te ves más achuchado… Otra opción es esperar a reyes que no queda demasiado, con la esperanza de que sus majestades comprendan mi necesidad y tengan en gracia concederme mi presente sonoro…. En estos reyes creen hasta los republicanos….

La cosa es que para no aburrirme demasiado he subido al desván en busca del baúl de la Piquer a exhumar mis viejas cintas de casete, y me he encontrado con mi yo de 20 años, de cuando compraba cintas originales porque eran asequibles, como casi todo lo que se intercambiaba por pesetas, y de aquella nadie violentaba a la cultura cascándole un 21% de iva… Y podía comprarme cintas prácticamente todos los meses, y la porción llegaba a todas las partes de ese negocio que dicen que ahora no llega… Hablo de cuando había tiendas de música, de cuando parabas a echar gasolina y pillabas una cinta nueva para el coche, o cuando te llegaba el catálogo de Tipo y te juntabas entre varios amigos para hacer un pedido.


Evidentemente también compraba cintas vírgenes pero entonces nadie era un pirata, y grababa canciones de la radio, de cinta a cinta, o haciendo el “chorra” con los amigos, pero esto no hundía artistas, ni discográficas, ni tiendas ni nada que se le parezca… y compraba mis casetes de 46, de 60 o de 90 que eran los “megas” de anteayer. 

Oigo mis cintas en el casete del coche, el mismo al que le quebró la obsolescencia, que gratamente viene dotado de “ranura traga cintas” y la verdad… no me parece que suenen tan mal, incluso tienen su punto, no llega a ser el fantástico chisporroteo de la aguja navegando por los surcos de los discos de vinilo pero también tiene su encanto.


Incluso ahora me doy cuenta de todas las posibilidades y trucos que ofrecían las cintas, el más conocido por todos es el “rebobinado manual”; metías un boli bic en una de las ruedas dentadas y a darle vueltas, luego también las originales las podías convertir en vírgenes y al contrario, el truco estaba en las pestañas plásticas que se encontraban en el canto inferior, para grabar tenían que tener pestaña y las originales venían sin ella, bastaba con poner un trozo de celo o cinta aislante (yo lo he llegado a hacer hasta con las pegatinas que venían en los chicles, pero eso ya es otra historia) y se convertía en grabable, si por el contrario tenías una cinta virgen y la querías conservar para el resto de tus días la rompías las pestañas y ya no se podría grabar encima de ella, al menos por un descuido.


En una cinta deteriorada no salía en el display el maldito mensaje de error como sucede con los cd, una cinta mal o bien siempre se dejaba escuchar, aunque estuviese rallada, la canción se alargaba un minuto más y en la voz del cantante se producían gallos, pero la escuchabas… y si apretabas el “pause” con mucha delicadeza oías a Alvin y las ardillas cantando y te echabas unas risas.

Existían auténticos artistas que pintaban y decoraban sus cintas y sus portadas como si fuesen obras de arte, en la mayoría de los casos nos conformábamos con escribir de forma legible el título de las canciones y el nombre del grupo… pero todo acabó para la cinta y la evolución de las especies la llevo a convertirse en cd y la mandó de un puntapié a el bulevar de los sueños rotos.



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