Observadores Onanistas

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Entretenimientos maquiavélicos de mis años de colegio.



El otro día me contaba una amiga que su hijo había sido recriminado en el colegio por hacer el tonto con la grapadora y clavarse una grapa en el dedo… Yo le resté importancia con la frase desgastada de: Bah!!! Son cosas de niños!!!... Pero también le resté importancia porque yo también lo hice en su momento, porque a mí a su edad también se me ocurrían las mismas imbecilidades, y me puse a recordar mis entretenimientos maquiavélicos de mis años de colegio.

Las sillas no son solo para sentarse, en realidad ofrecen un abanico inmenso de posibilidades, ni siquiera sé cómo no nos hemos matado con la tontería de que te quitasen la silla justo antes de sentarte, a mí me lo han hecho y yo también lo he hecho, por supuesto tiene más gracia cuando el que se cae es otro… Ahora casi no se ven chinchetas pero antes había un montón siempre en las clases y curiosamente muchas acababan en los asientos ajenos con las puntas hacia arriba, sentarse y levantarse era todo uno por la reacción del pinchazo. Recuerdo incluso alguna broma más elaborada como quitar las cabezas de las cerillas y poner varias en las patas de las sillas, cuando corrían la silla o se sentaban de golpe las cabezas de las cerillas explotaban como el sonido de pequeños petardos.

Que gran invento fueron los bolis “Bic”… además de escribir era un arma de destrucción masiva, comúnmente conocido como cerbatana, el funcionamiento todos lo sabéis, masticar un trocito de papel hasta hacer una bola que quepa dentro de la parte hueca del bolígrafo y soplar por uno de los extremos en dirección al individuo-presa, a más fuerza de soplido mayor impacto, los más sofisticados se traían arroz de caza que causaba más bajas en las líneas enemigas. Hubo una época que se puso de moda el capar las tapas de los bolis “Bic” que no consistía en otra cosa más que en romper el saliente que tiene la tapa (lo que hace que te lo puedas colgar en los bolsos de camisa, bata, etc), que no servía para nada, vamos… como todas las modas…
 
Y ¿Quién no sabía hacer un avión de papel?, había varios modelos, los que volaban en línea recta tipo caza, los que planeaban... podías tunearlos, pintarlos, incluso hacer competiciones de vuelo… Con el papel también existió un tiempo en el que mascabas un trozo, la idea era reblandecerlo, y tirarlo con fuerza al techo del aula de forma que se quedase pegado tipo estalactita… había clases que parecía que entrabas en Altamira. 

A los colegios españoles no estaba permitido llevar armas, esto no es América… por eso el tirachinas lo dejabas en casa, no sea que te lo fuesen a cazar al pasar por el detector de metales o por el escáner de entrada al cole, pero te apañabas con una goma elástica, papel doblado como proyectil y tus dedos como palo… imaginación al poder!!!.

No se sí por aquellos entonces solo existía la cola Flokyl (pegamento blanco), o estaba subvencionada por el gobierno, pero en todos los colegios había Flokyl a espuertas, el que más y el que menos se habrá embadurnado la mano de flokyl para después de unos minutos de secado tirar de la pasta y salir esta de una pieza, como si fuera tu propia piel, con sus dibujos dactilares y todo… tampoco servía para nada pero molaba mucho.

Empezaba este post con la trastada casi masoca de graparse un dedo, estas prácticas solo eran para los más aguerridos, para los que buscábamos nuevas sensaciones, nuevos límites… del mismo pelo o parecida era la comprobación de la veracidad de la fuerza y rapidez del pegamento “Loctite” toda una revolución para nosotros cuando salió al mercado… y te echabas una gota en la yema de un dedo para después poner otro encima y contabas uno, dos, tres… coño!!! Tenías los dedos pegados firmemente, y te rías con ello y a la vez sufrías en el esfuerzo de despegarlos, al final después de varios intentos los dedos se liberaban… Aunque siempre correrá por ahí la historia de que a un amigo de un chico que conozco se lo tuvieron que llevar a urgencias a separarle los dedos.





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