Observadores Onanistas

lunes, 17 de marzo de 2014

Cuento Lunático.


Érase una vez una luz que se cansó de seguir el camino marcado, harta de reglas,  abusos y desprecios de los que están por encima, de la tiranía y de la opresión de quienes manejan las reglas del juego a su antojo exprimiendo y ahogando un poquito más cada día a los que están a su merced.
Era una noche fría y oscura, con retazos de hielo en los prados y bocetos de escarcha en los charcos cuando la luz decidió desmarcarse y arrancar el poste que la mantenía anclada a su esclavitud terrenal, y sin mirar atrás, sin besos ni "adioses" se alejó de las demás luces, y no puso rumbo a su huida no opuso resistencia al aire o a las corrientes, y se posó en las nubes y los mares le devolvieron su reflejo mostrándola lo que en realidad era, y surcó los cielos y vagó por otros mundos descubriendo nuevos horizontes, y conoció a las estrellas, el mismo Sol la sedujo con su atenta mirada, y cuanto más recorría, cuanto más aprendía y descubría, su luz adquiría mayor intensidad, no era como la potencia de la luz solar, era una luz más mágica, con mayor belleza... hasta que un día se convirtió en Luna y desde entonces pone todo de su parte para que no existan más noches frías y oscuras aunque no siempre lo consiga.
De vez en cuando baja a la tierra a visitar a sus antiguos compañeros a los que siguen anquilosados a su esclavitud terrenal, no les dice nada, no les reprocha nada, ha aprendido a ser una buena compañera, y ellos agradecen la visita, su apoyo y su complicidad, y cuando el sol empieza a desperezarse todos saben que es la hora de la despedida, la Luna guiña un ojo a las demás luces, al menos ahora saben que volverá.


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